miércoles, 27 de abril de 2016

"Una mujer con flores en la boca" - Sara Herrera Peralta


Él le hablaba de sus noches de insomnio
y de un fármaco, del frío,
de la certeza y el vértigo de saberse
tan míseros y heridos como el animal
que ha perdido a su madre.


Ella inventó una casa,
una casa en la que debían crecer lirios,
una casa tan reconocible.


Pero lo dijo Sontag,
hay algo de sádico y cruel
en la naturaleza humana:
él destruyó su casa.


Mientras ella teñía sus ropas
para empezar de nuevo,
mientras tejía prendas,
él destruyó la casa.


Se quedó sola frente al mundo.
Se llenó de flores la boca y,
para el desastre,
escombros saliva
inevitable grieta,
se metió un manojo de flores
en la boca.


Hubo una vez una mujer hecha de sombras
que nunca tuvo una casa,
que enferma vomitaba lirios
y triste esperó.


Tú también sabes que nadie querría
a una mujer que escupa lirios.


Mujer traga pasado pájaro.
Alguien destruyó su casa.
Todavía hoy la reconocen.

domingo, 10 de abril de 2016

"Rosas y Lamentos" - Oscar Wilde


Pudimos desenterrar este tesoro sepultado durante tanto tiempo,
mereció la pena el placer.
Nunca pudimos aprendernos la canción del amor,
llevamos separados demasiado tiempo.
Pudo el pasado que huyó con la pasión
volver a llamar a la muerte.
Pudimos vivirlo todo de nuevo,
¡mereció la pena el dolor!
Recuerdo que solíamos vernos
en una silla
y tú cantabas cada palabra hermosa
con el canto de un pájaro;
y tu voz guardaba una corchea en ella,
como un pajarito,
y temblaba, como la garganta de un mirlo
con la última nota aguda;
y tus ojos, tus ojos eran verdes y grises
como un día de abril,
pero las amatistas los iluminaban
cuando me detenía y los besaba;
y tu boca, llevaba sin sonreír
tanto, tanto tiempo,
hasta que cinco minutos después
la risa flotaba por todas partes.
Te asustaban las granizadas,
como a las flores:
recuerdo que echabas a correr
cuando comenzaba a llover.
Recuerdo que nunca pude alcanzarte,
pues nadie encajaba contigo:
tenías por pies unas alas pequeñas,
maravillosas, brillantes y rápidas.
Recuerdo tu pelo –¿lo até?
Corría siempre tan rebelde–
como un rayo de sol dorado y enredado:
estas cosas son del pasado.
Recuerdo muy bien la habitación,
y la lila
que crecía al ritmo del goteo del cristal
en la cálida lluvia de junio;
y el color de tu vestido,
era ámbar y marrón,
con dos lazos amarillos de seda
que se alzaban sobre tus hombros.
Y el pañuelo de encaje francés
que te llevabas al rostro,
¿había dejado su marca una pequeña lágrima?
¿O era la lluvia?
En tu mano, mientras decía adiós,
había venas azules;
en tu voz, mientras decía hasta la vista,
había un grito irritante,
«Has desperdiciado tu vida».
(Ah, eso fue una puñalada!)
Cuando atravesé corriendo la puerta del jardín
ya era demasiado tarde.
Pudimos vivirlo todo de nuevo,
mereció la pena el dolor,
¡pudo el pasado que huyó con la pasión
volver a llamar a la muerte!
Bueno, si mi corazón debe romperse,
mi amor, por tu bien,
se refugiará en la música, lo sé,
los corazones de los poetas se rompen así.
Pero nadie me dijo
que la mente puede contener
en una pequeña celda de marfil
el cielo de Dios y el infierno.