viernes, 3 de enero de 2014

"Los perros románticos" y "Lisa" - Roberto Bolaño


En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

                              ***
Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor
Con otro, en la vida cabina telefónica de aquel Almacén de la Tepeyac, creí que el mundo se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y con el pelo largo y una verga larga que no esperó más de una cita para penetrarla hasta el fondo. No es algo serio, dijo ella, pero es la mejor manera de sacarte de mi vida. Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera podido ser el amante de Lisa, pero algunos años después supe que había muerto en una clínica psiquiátrica o que se había suicidado. Lisa ya no quería acostarse más con perdedores. A veces sueño con ella y la veo feliz y fría en un México diseñado por Lovecraft. Escuchamos música(Canned Heat, uno de los grupos preferidos de Parménides García Saldaña) y luego hicimos el amor tres veces. La primera se vino dentro de mí, la segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos. Y todo en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas de mi vida, dije desde el otro lado del teléfono.

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