Cada hombre se considera portador de la melodía exacta,
pero una melodía no es el resultado de un problema
de cantidades,
sino de uno más espinoso aún: un problema del alma.
Así pues, cada música responde
a la indecisión con la que carga una existencia:
¿renuncio a vivir o mato? ¿Lucho o me olvido
de lo que se puede inundar?
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