miércoles, 22 de octubre de 2014

"El amor es un viento" - Eider Elizegi


A pesar de ti
mis manos se siguen llenando de árboles,
de vacío, de piedras, de silencios,
de otras pieles, otros labios, otros besos:
a pesar de tus labios,
mis manos se siguen llenando de mundo.
Ahora que no soy la única que llena tus manos
porque a pesar de mí te las sigue llenando el mundo,
soy más yo y ya nada importa:
ya no jugamos más a aquel juego sordo de camaleones
que de tanto adaptarse para colmar las manos del otro
se olvidaban por momentos de su propia identidad
sin ni siquiera llegar a darse cuenta.
Ya no necesitamos inventarnos.
Somos un poco menos ficción.
Las carencias que laten en mis manos
después de que tú me las hayas llenado de ti
ya no escuecen
porque las puedo seguir llenando de mundo,
y porque tú amas que sacie en otros labios,
otros bosques, otras quietudes, otros mundos
los huecos de mis manos que tú no sacias.
La cara oculta de los besos se ha vuelto transparente:
las cosas con las que otras manos diferentes a mis manos llenan tus manos
acaban siempre llenando mis manos a través de tus manos.
Ahora celebro las diferencias, los espacios, los huecos,
los cabos desconectados
que ya no impiden el amor
(al fin y al cabo los puedo aprovechar convirtiéndolos en preguntas
que invierto en desmontar mis propias creencias).
Y así,
ahora el amor
es ese viento que nos empuja al límite del abismo
       (sí, el amor es un viento
       y el viento no se gasta nunca,
       y después de llegar a mi boca desde otra boca
       sopla desde mi boca hacia tu boca (hacia otras bocas)
       multiplicado
       y con los ojos cerrados:
       sí, el amor es un viento
       y el viento va y viene, gira, se retuerce,
se arremolina,
es indomable, se acata sólo a su propia voluntad,
se detiene para coger impulso, empuja, explota,
cambia constantemente pero
no se agota nunca
       y se cuela por entre los barrotes de cualquier
jaula en la que lo quieras encerrar)
en el que por un instante quedamos suspendidos
desvanecidos en la muerte
intactos
transformados sólo por nuestra propia respiración
y no por la necesidad no confesada de modelarnos mútuamente.
Ahora es más de verdad.
Ahora no lleva armadura y tiene alas.
Ahora es sólo viento.

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