Al miedo a lo desconocido
sólo lo curaría la curiosidad.
La curiosidad: no sólo lo que ve
el pájaro, sino el pájaro
visto desde arriba.
Pero el remedio es imposible:
a la vida -siempre distinta-
el miedo la llama amenaza.
***
Lanzamos mensajes de texto
correos electrónicos
entradas en bitácoras
igual que los náufragos
lanzaban al mar sus botellas.
Pedimos que nos rescaten
de nuestras islas sin playas.
Como siempre, hay mareas
turistas y mirones numerosos
y sólo de vez en cuando
uno entre la multitud
entiende nuestra letra.
***
Dejamos a los maridos y a los hijos
y como dos ninfas con estrías
nos desnudamos y nos metimos en el mar.
Detrás, muy lejos, a la distancia de continentes,
los bloques de apartamentos, esqueletos
de montañas. El agua parecía una cama tibia.
Sería pretencioso decir que la luna llena
vino a vernos. No, las dos nos paramos
a ver la luna, y no sé explicar tanta belleza.
Nos quedamos quietas como dos medusas
columpiándonos en el agua. No habíamos
pedido tanto, y la bella nos rebosó
igual que la sangre brotando de una herida.
Sangre y agua a la misma temperatura:
una fiebre sanadora, una muerte
tan dulce como una resurrección.
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